«Cuando la ausencia me invade, la niebla no me permite ver la dirección. Dejándola ser, lentamente, me alojo en el refugio del silencio. Y voy allí donde siento el abrazo del sol en mi piel. Donde nace la luz que impulsa con fuerza la vida. Esa vida que caerá rendida a un leve manto que la tierra enriquece. Voy allí donde siento el sostén de la tierra bajo mis pies. Donde nacen las finas hierbas que acogen con delicadeza el rocío. Ese rocío que humedece las raíces de los árboles, que entregan al aire su frescor. Voy allí donde siento el frescor en mi inspiración. Donde nace el aire que me permite respirar. Ese aire que aloja la tormenta, que con su fuerza trasporta agua y renovación. Voy allí donde siento que desliza el agua en mi mejilla. Donde se reunen las gotas del manantial que nutre la vida allá donde va. Ese agua cristalina que quiere reencontrarse con el mar, para besar al sol, en cada amanecer.»